La leyenda de Korra: Una perspectiva anarquista sobre el Loto Rojo

Si el Avatar representa a un enorme arsenal nuclear encarnado en una sóla persona, acabar con este generaría un mundo más libre y seguro. El plan de Zaheer y los miembros del Loto Rojo en la tercera temporada de La leyenda de Korra parece tener sentido, pero los guionistas no se atreven a abrazarlo por completo.

Este texto fue escrito por William Gillis y publicado en el blog Human Iterations durante la emisión de los primeros capítulos de la cuarta temporada de La leyenda de Korra, en octubre de 2014. La traducción es de Roberto Rubio Ramírez.

Hay algunas imágenes circulando que simplifican a los adversarios de cada temporada de La leyenda de Korra como ideologías políticas o filosóficas: Comunismo, Teocracia, Anarquismo y Fascismo. A esta imagen se le podrían agregar algunos personajes secundarios, sumando así Capitalismo y Monarquía a la lista; estas últimas, sin embargo, son posiciones relativamente cómodas para el público primermundista y, por lo tanto, también para Korra.

La moral implícita de la serie –aunque en este punto ya es casi explícita– es el peligro de ciertas ideas que se desvían demasiado de la norma. Ya que el punto de vista en el que se sitúa al espectador es el de la moderación, cercano a una especie de equilibrio perfecto que, si se alcanzara, solucionaría todos los problemas, estas ideas antagónicas son planteadas como “extremistas”.

Como el capitalismo y la monarquía son lugares comunes en el Primer Mundo de la actualidad, la serie nos ofrece de manera deliberada capitalistas “buenos” (Asami) y monarcas “buenos” (Zuko), pese a que estas posiciones ideológicas son inherentemente sostenidas por la violencia. Ningún equalist/comunista, por ejemplo, se une nunca al Equipo Avatar.

Y aunque los miembros del Loto Rojo son humanizados de manera sorprendente en la tercera temporada, aún así se les representa como marginales ideológicos dentro de la sociedad. Korra de inmediato descarta los argumentos de Zaheer, y entre los caricaturescos saqueos luego de la caída del Reino Tierra y el arquetipo de caudillo bismarckiano que es Kuvira durante la cuarta temporada, queda claro que Konietzko y DiMartino, los showrunners, van a decantar por una narrativa Hegeliana/Fukuyamista sobre la aparición de democracias liberales, sin ninguna capacidad o deseo de integrar un verdadero análisis anarquista.

Al Loto Rojo no se le permite existir como actores racionales en este universo, o de presentar argumentos serios; su único propósito es funcionar como una especie de advertencia, una alarma de “aquí hay dragones” dentro del mapa de lo posible. Individualmente se puede empatizar con ellos, pero de una forma lamentable.

Es bastante triste, porque estoy seguro que hay una idea potente –aunque, al parecer, inadvertida– sobre el Loto Rojo siendo los verdaderos héroes dentro de toda la historia del universo Avatar.
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"Los verdaderos héroes dentro del universo Avatar."
Pero, primero, algunas palabras sobre el contexto:

El asunto central en el universo Avatar –y, de hecho, en casi todos los universos de fantasía– es el desequilibrio innato que crean las habilidades mágicas. Estos universos están diseñados para atraernos, aceptar su cosmología como real, y llevarnos a preguntas y comparaciones. ¿Qué pasa si un Maestro Fuego y una Maestra Tierra tienen hijos? ¿Existe uranio en este mundo y podría ser usado por Maestros Metal?

Una de las fortalezas de Avatar es su respeto por el público y sus esfuerzos por crear un mundo coherente que no se desarme ante cualquier análisis trivial. Sin embargo, hay algunos cabos sueltos y problemas en los que es posible profundizar, no sólo en la arbitrariedad de cosas como “¿qué cuenta como ‘tierra’?”, sino que en la rareza de una cultura que se parece demasiado a la nuestra existiendo en otra realidad material y cosmológica.

Es necesario remarcar que el impacto real de los espíritus y de las artes-marciales-telequinéticas nunca es detallado en el universo Avatar; y no creo que sea posible hablar de una relación entre la ética y estos factores, ya que hay demasiados puntos desconocidos, por lo que evitaré esta arista durante el análisis. En el universo Avatar, el Control de los Elementos es tratado como tecnología, y creo que esa es la perspectiva más útil.

Casi siempre, la magia es éticamente problemática.

Casi siempre, la magia es éticamente problemática cuando no es traducible como tecnología. Esto tiene que ver con un asunto ontológico: sean cuales sean sus límites y motivaciones, la magia necesita hacer suposiciones sobre el funcionamiento de la física.

A diferencia de la sensibilidad a la Fuerza en Star Wars, el Control de los Elementos tiene un origen más aleatorio que hereditario. No obstante, el tipo de Control está determinado estrictamente por la herencia, y se implica que este tiene que coincidir con tu personalidad y forma de vida. Esto sugiere que si tu personalidad no coincide con el tipo de Control que podrías heredar de tus padres, sencillamente se te niega la habilidad de controlar algún elemento.

La cosa se complica cuando nos preguntamos si esta dinámica es intencional por parte las Tortugas-León que entregaron el Control de los Elementos a los humanos, si es un subproducto del desarrollo de estas habilidades más allá de su intención original, o si es una consecuencia de las limitaciones de la física del universo Avatar, a las que incluso los espíritus estarían sujetos. Quién sabe.
Si nos hacemos muchas preguntas fundacionales, la suspensión de credibilidad se viene abajo. El Control de los Elementos es una tecnología poderosa con un patrón de distribución extraño e impuesto de manera externa, y que entrega, por lo tanto, una perspectiva con la que examinar algunos problemas transhumanistas.

Aquellos que no poseen el Control de los Elementos constituirían una clase baja; y los que sí, traen una increíble movilidad de clase para su familia: el poder se podría acumular a través de diferentes generaciones, pues todas las familias poderosas podrían tener la propensión a generar hijos con talento para el Control de los Elementos.

Sin embargo, este problema ha sido rehuido de forma intencional por los guionistas para evitar retratar una clase permanentemente poderosa que nos haga perder la empatía con la serie y sus personajes.

Dicho esto, resulta difícil evitar el hecho de que cuando alguien tiene la habilidad de mover rocas con la mente y otros no, se crea una aguda y problemática dinámica de poder.

A diferencia de La leyenda de Aang, donde seguíamos a una banda de rebeldes reunidos casi por azar y durmiendo en el lodo periférico de las cosas, La leyenda de Korra sigue a los que ya están en el centro del poder mundial y el privilegio. La comparación más cercana a este tipo de giro narrativo son las precuelas de Star Wars, y tanto esas películas como La leyenda de Korra parecen tener resultados no del todo satisfactorios.

A pesar de (o, tal vez, justamente “debido a”) que La leyenda de Korra ocurre en una era moderna, la serie tiene una propuesta mucho más conservadora que su precuela, así como Korra es una líder mucho más reaccionaria que Aang. Y aunque esto a veces resulte frustrante, también es profundamente interesante: los guionistas se atreven a explorar territorio nuevo.

Tanto La leyenda de Aang como La leyenda de Korra presentan elementos progresistas en sus propuestas (por ejemplo, el personaje de Suki en muchos aspectos). Y la riqueza de una protagonista femenina terca, ingenua, empática y de carácter dinámico es muy interesante de ver. DiMartino y Konietzko tienen una plataforma colosal y están claramente motivados por el afán de crear nuevos mundos (ese amor también estaba, se podría decir, en el Episodio I de George Lucas); y es posible encontrar en La leyenda de Korra un trabajo maravilloso, pero también no estar de acuerdo con algunas decisiones en su historia, ni con su actitud recelosa sobre ciertos temas y elecciones morales.
"Tanto Aang como Korra presentan elementos progresistas en sus propuestas".
La división entre Maestros de los Elementos y No-Maestros es tan poco ética como el acceso a una tecnología impresionante delimitada para sólo unos pocos. Tal vez esta división sea producto de las reglas cósmicas inherentes del universo Avatar, pero eso no lo hace más justo. La misma biología humana es claramente injusta: podemos enfermarnos, nacer con limitaciones físicas, tener o no un útero y, por lo tanto, asumir la poca capacidad de controlar esos factores aleatorios.

Algunos pueden realizar grandes proezas físicas sin necesidad de mucho entrenamiento, mientras que otros deben entrenar duramente para alcanzarlas. Lo mismo pasa con la genitalidad: el cuerpo humano no es fácilmente re-configurable.

Por suerte, las estadísticas en nuestro mundo aseguran una base más o menos justa en términos de repartición corporal, una distribución más o menos equitativa en relación a los talentos y habilidades que podemos desarrollar para mejorarnos. Aún así, es fácil comprender cómo ciertas realidades materiales pueden crear una sensación de injusticia.

Cuando alguien tiene una capacidad física o cognitiva que otros no, la relación social resultante entre ellos puede generar diferentes formar de explotación o dominación hacia quienes no poseen esa capacidad.

Hay, básicamente, dos formas de responder ante ese problema: eliminando esa capacidad avanzada para establecer cierta línea base arbitraria entre todos, o cambiando normas culturales y trabajando con el fin de que esas capacidades se repartan equitativamente.

La primera opción es defendida por algunos comunismos de Estado y primitivistas, sin embargo, no siempre es fácil de aplicar. Algunas veces es prácticamente imposible despegar el “poder obtenido mediante la opresión” de “las capacidades obtenidas de manera independiente”.

La primera temporada de La leyenda de Korra trata este tema a través de una revolución igualitaria dedicada a eliminar el Control de los Elementos. No obstante, según una regla implícita dentro de los medios de comunicación estadounidenses, si un personaje aboga por una revolución, entonces este debe ser un monstruo sediento de sangre y poder, manipulador e irracional.

La leyenda de Korra no se aleja mucho de este tópico al tratar a los Equalists. Curiosamente, al mostrar esta disparidad de poder en el mundo de Avatar, los guionistas terminaron molestando a varios críticos políticamente moderados que veían una falla en la manera que se resolvió este conflicto: poner a un presidente No-Maestro elegido popularmente por los habitantes de la República Unida no fue suficiente para los espectadores, y creo que eso es un reflejo de varios de los hechos actuales de nuestra sociedad.
El enfoque de los Equalists claramente carece de ética. Es un notorio ejemplo de nivelar hacia abajo en vez de intentar levantar a todos; prestando atención sólo a relaciones de poder relativas y sin mirar los grados objetivos de libertad física.

El ejemplo más cercano de esta posición en nuestro mundo sería el de los primitivistas, quienes plantean que valdría la pena si siete mil millones de personas murieran en un cataclismo y los sobrevivientes perdieran toda capacidad tecnológica, pues no se generaría una inequidad basada en lo material, beneficiando así la pura libertad. A mí, al menos, no me interesa tal idea.

Sin embargo, la inequidad es algo que debe preocuparnos. Sobre todo si la libertad de una persona en particular pone en riesgo la libertad de todo el resto.

Cuando los talentos innatos de una sóla persona le dan la capacidad de convertirse en un dios vengativo… eso es algo que importa.

Como espectadores damos por sentado que el Avatar es una fuerza del bien dentro de su universo. Pero no siempre queda claro que sea así. Avatares anteriores han cometido errores con grandes consecuencias. Por supuesto, a diferencia de los líderes mundiales que se alzan cada cierto tiempo para cometer horrores, la fuerza del Avatar puede ser entendida como puramente tecnológica o física, y no política.

Sin embargo, varios de los errores de sus vidas anteriores son justificados por la existencia de un inherente poder político. El error de Roku al no detener a Sozin a causa de su amistad es el caso más notorio. Pero la creación de los Dai Li en el Reino Tierra por parte de Kyoshi para ayudar a preservar la “paz” (aunque se tratara de un tipo de paz opresivo y violento), es ciertamente un horror proactivo.

Claro que uno podría leer ambos casos como el resultado de la falta de regulación por parte de un contexto político externo. Debido a esto, el Avatar puede ser visto como la única persona libre de su mundo, la única persona no-vinculada a gobiernos ni leyes. Sobre todo si tomamos en cuenta que el ciclo del Avatar fue comenzado por un muchacho que robó el Fuego Control e intentó una revolución contra la familia reinante de su ciudad.

No obstante, es difícil argumentar que hay sólo una naturaleza del Avatar a través de todas sus encarnaciones. El “equilibrio” y la “paz” son conceptos nebulosos, y en las pocas encarnaciones que hemos visto, el Avatar los ha aplicado de maneras diferentes.

El orden emergente de la vida en sí misma suele ser caótico mirado bajo cierta óptica, mientras que el “orden” estricto de los trenes-que-llegan-a-tiempo-a-la-estación suele estar cimentado sobre violencia horrible.

Finalmente, como figura pública o como institución, lo que representa el Avatar es un poder tecnológico sin límites en las manos de una sóla persona. Con posibles buenas intenciones, claro; eso parece ayudar, pero no es suficiente.
Con esto en cuenta, puedo decir que apoyo con entusiasmo el plan del Loto Rojo de derrocar a los gobiernos mundiales para así plantar las semillas de un mundo más libre. No estoy tan de acuerdo, sin embargo, con el plan de Zaheer de matar al Avatar de manera permanente.

A lo que más se parece la existencia del Avatar es a elegir al azar una persona del planeta y darle un arsenal nuclear. Una persona que aquellos en el poder pueden identificar e influenciar desde muy temprana edad. De hecho, mucha de las tendencias políticas de Korra parecen provenir de la influencia de los líderes mundiales, o al menos de las clases dominantes con las que se crió.

(Por cierto, como alguien que vivió en la calle de niño, hubiera sido increíble ver a Mako y Bolin expresar una verdadera tensión de clase y marginalidad más realista con respecto a los millonarios mágicos que los rodean.)

Por supuesto, el universo Avatar es en cierto sentido una linda y artificial utopía liberal en la que la mayoría de los líderes mundiales (Tonraq, Suyin, Zuko y su hija probablemente) son conocidos por ser personas decentes. Pero en realidad no tenemos idea de sus políticas. ¿Están empobreciendo a millones y promoviendo oligarquías opresivas a través de regímenes comerciales cuestionables?

Las intenciones no significan mucho cuando el poder estructural tiene tales consecuencias negativas. Yo diría que, después de la disolución del Concilio, Tenzin no cuenta realmente como uno de estos “líderes mundiales” y, de hecho, la Nación del Aire ya es bastante anarquista por sí misma.

Sin embargo, hay que decir que, para aquellos que reniegan de los medios violentos, a pesar de su plan de abolir los gobiernos mundiales, las únicas personas a las que el Loto Rojo explícitamente planea asesinar son el Presidente de Ciudad República y la Reina Tierra. En varias ocasiones el Loto Rojo tiene la oportunidad de matar a Tenzin, Tonraq, Zuko, Suyin, Desna y Eska, pero eligen no hacerlo.

No sabemos si la Señora del Fuego era un objetivo realmente (y recordemos lo mal que pueden terminar quienes ostentan ese cargo), pero eso ya nos dice algo sobre la priorización racional del Loto Rojo. El Presidente de la República no responde ante nadie, la Reina Tierra era una tirana por completo, y el Loto Blanco es una organización internacional paralegal profundamente inmiscuida en las estructuras de poder y que no le rinde cuentas a la gente.

Creo que todos podemos concordar en que alejar a Korra (recordemos, el arsenal nuclear más grande del mundo) de sus padres y mentores-líderes-mundiales para criarla bajo ideales anarquistas hubiera sido la mejor de las posibilidades. La afinidad familiar no hubiera importado: un Avatar posicionado contra la opresión en vez de seguir afirmando el status quo habría sido más relevante. Pero una vez que nuestros héroes terminaron en la cárcel, esa posibilidad dejó de existir.

Korra creció para transformarse en una compleja y multifacética joven adulta, y los guionistas merecen crédito por desafiar al público con una protagonista que durante las primeras dos temporadas toma decisiones con las que son difíciles de empatizar. (Aunque, de nuevo, también Lucas desafió a sus espectadores en 1999 con una Organización de Comercio explicando procedimientos frente a un Congreso-espacial; esto no lo vuelve necesariamente una buena obra).
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Asimismo, es revelador –y lamentable– que ante afirmaciones tan ligeras y anodinas por parte de Zaheer (como “la verdadera libertad sólo puede alcanzarse cuando los gobiernos opresivos sean derribados”), Korra se remueva con preocupación, revelando así su corrupción ante la cercanía del poder político.

No está claro si el grupo de Zaheer podría haber derribado todos los gobiernos mundiales sin Korra de por medio. Por supuesto que hubiera sido interesante ver cómo prendían fuego a las prisiones, borraban las fronteras, cometían regicidio y derribaban todas las instituciones opresoras, al mismo tiempo que burlaban a esta adolescente y su grupo; dejando así a Korra y a los posibles caudillos a un margen en la resolución de conflictos.

Pero, ¿quién nos asegura que Korra no hubiera usado el caos para instalar su propio reinado sobre el mundo, crear peores regímenes, o intervenir en la posible creación de nuevas formas sociales más orgánicas?

Tendría todas las capacidades para hacerlo, además de una personalidad inclinada a las explosiones de rabia. Cuando derribas un orden social tienes la responsabilidad de asegurar que no vuelvan a aparecer nuevos políticos, bandidos o caudillos.

El Loto Rojo no hubiera tenido problemas con Kuvira y sus terratenientes criminales, pero con Korra en el medio sus posibilidades de intervenir disminuyen considerablemente.

Puede que mi inclinación a ignorar las buenas intenciones de Korra y de los líderes presumiblemente más “benevolentes” (como su padre o Zuko) sea resultado de una desconfianza personal. Pero Zaheer tenía fuertes esperanzas en un futuro libre del Avatar, atreviéndose a realizar una misión que sólo su pequeño grupo estaba dispuesto a completar, y es fácil sentir lástima y frustración ante su decisión de: primero, acabar con las tiranías, y luego, esperar la emergencia de nuevas posibles estructuras de poder.

Como audiencia, sin embargo, también tendemos a generar empatía y compasión con Korra como persona.

Aunque, en última instancia, estoy a favor la proliferación de diferentes capacidades en diferentes personas, también apoyo la existencia del Avatar, mientras esto no signifique que sus capacidades sean algo exclusivo de ella y termine afectando los derechos de todos los demás. Mi preferencia sería que eventualmente todos pudieran alcanzar su nivel, o al menos tener la elección de poder desarrollar esos talentos.

Claro que, al preguntarnos si esto es posible dentro del universo Avatar, estamos presionando los límites de los misterios de los espíritus. Quizás debido a algún mágico y misterioso motivo, sólo Raava y Vaatu pueden entregar ese tipo de habilidad que posee el Avatar.

Los espíritus mismos parecen entregar ciertos incentivos para mantener la existencia del Avatar. ¿Por qué los humanos son mortales y los espíritus no? ¿Hay alguna clase de autoridad divina en el universo Avatar que impuso limitaciones sobre la humanidad? ¿Las Tortugas-León actúan por caridad o son medios instrumentales para la evolución del mundo?

Mientras que un problema es el de la nivelación entre todos los humanos, otro parece ser el de la nivelación entre humanos y espíritus, del cual sólo el Avatar parece estar en igualdad.
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"Cuando los talentos innatos de una persona le dan la capacidad de convertirse en un dios vengativo… eso es algo que importa."
Dejando de lado el contexto espiritual, sea cual sea el escenario ideal en este aspecto, la época de Korra claramente necesita un cambio social drástico; cambio que siempre es difícil, y aún más difícil cuando las instituciones que pretendes abolir se han vuelto inexpugnables.

Tanto Korra como los espectadores liberales son capaces de reconocer la necesidad de sacar a la Reina Tierra y acabar con la estratificación social de Ba Sing Se. La pobreza y la tiranía no son injusticias pasivas, son una injusticia continua. Cada día la monarquía y los muros de Ba Sing Se provocan la muerte de quizás cientos de personajes, debido solamente a la pobreza. No eliminar a la Reina Tierra y a los Dai Li es inexcusable.

El Reino Tierra cayendo inmediatamente en una revuelta caricaturesca llena de barricadas no es algo completamente realista –en la práctica, al contrario de las narrativas que inculcan los medios masivos, los “vacíos de poder” y las catástrofes reúnen a los individuos en gestos de cooperación espontánea y ayuda mutua, y no en un caos oportunista de todos-contra-todos. Pero aún así, habría valido la pena ver al Loto Rojo sobreviviendo para ayudar a la gente a seguir derrocando gobiernos.

Debido a la inequidad del acceso al Control de los Elementos, solamente unas pocas personas serían capaces de acabar con los Dai Li (de nuevo: un grupo establecido por el Avatar).

La situación en Ciudad República es similar, aunque sus niveles de injusticia económica y atropello de derechos ocurren en niveles tolerables para el espectador contemporáneo. Soy Team Korrasami, en todo caso, pero no olvidemos que Asami es una capitalista cuya empresa se sostiene debido a su colaboración con la violencia de Estado.

Future Industries se basa tanto en armas de guerra como en la producción de automóviles a través de impuestos y apoyo subsidiario para el desarrollo de su infraestructura. El tamaño del imperio de Asami es el resultado de las injusticias que subyacen en Ciudad República.

Es sobre esta base que Zaheer, Ghazan, Ming-Hua y P’Li deciden actuar, y sus acciones son sin duda admirables. Los miembros del Loto Rojo se repliegan cada vez que se ven obligados a pelear contra gente que no son sus adversarios, dejándolos vivos una y otra vez. Pelean contra policías y guardias de cárceles con una fuerza terrible, pero a menudo escogen el mínimo daño posible y evitan arriesgar a inocentes.

Sólo Zaheer condena a su compañero Aiwei a quedar atrapado en el mundo de los espíritus para no arriesgarse a que Korra lo interrogue, lo cual es cruel, pero dadas las circunstancias era la opción más eficiente y necesaria. De hecho, la supuesta gran atrocidad que cometen no es tal.
El Loto Rojo nunca arriesga la vida de ninguna de las personas capturadas para atraer a Korra, solamente a Tenzin. La trampa que diseñan Ming-Hua y Ghazan está hecha para impedir que los aliados de Korra la rescaten, no para dañar a la gente del Templo del Aire. Matar a Korra se siente como algo extremo, pero es entendible como necesidad estratégica.

Nunca alcanzamos a ver el futuro que el Loto Rojo soñaba luego de haber acabado con el ciclo del Avatar, porque nuestros héroes son aprisionados y Korra es rescatada por otros héroes, menos inteligentes, aún por crecer y madurar en la temporada cuatro.

Es posible que los guionistas no tengan ningún conocimiento sobre anarquismo, pero si tomamos a los personajes como nos los muestran, creo que exhiben características más nobles que las del Equipo Avatar.

Es mucho más fácil responderle a las amenazas explícitas ante nuestros ojos que atacar los grandes problemas, las injusticias y horrores que se esconden de fondo, provocar conflictos que de otra forma seguirían reprimidos, comenzar peleas supuestamente innecesarias.

A pesar de sus actitudes combativas, durante las tres primeras temporadas Korra es más bien un personaje que se ve arrastrado hacia conflictos que no inició y que no puede evitar, y sus compañeros la apoyan bajo un sentimiento general de camaradería. Korra es una figura más reactiva que proactiva, y esto la convierte en una especie de heroína atrofiada. Alguien que sobrevive a sus desafíos más que resolverlos.

No me malentiendan. Me encantan Korra, Asami, Bolin, Mako, Jinora, et al. Hay todo tipo de sentimientos hacia ellos. Pero Korra no se destaca por pensar con claridad las cosas. Incluso antes de cerrar el arco con el Loto Rojo, Korra se mantiene como una adolescente caprichosa acostumbrada a que le entreguen soluciones, por lo que su aproximación a los problemas del mundo es más o menos similar.

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De verdad espero que pueda madurar durante la cuarta temporada, e incluso tengo la vaga esperanza de que la molesta idea de los guionistas con respecto al “equilibrio” como una democracia ubicada en algún punto entre la libertad y la tiranía nos lleve a la resolución de su estrés postraumático, y a la liberación de Zaheer para detener de alguna forma a Kuvira.

Korra, sin embargo, no ha sido un agente de cambio en el mundo; y creo que enfrentarse a los problemas a través de un simple “empoderamiento”, en vez de pensar todas las opciones posibles para encontrar soluciones, no califica como heroísmo.

Dentro del cada-vez-más-complicado mundo moderno del universo Avatar se vuelve menos relevante la necesidad de tener un Avatar. Dado el desequilibrio inherente de sus habilidades, hay una obligación de utilizar esas habilidades con fines nobles, pero a medida que el mundo se vuelve más complejo, también lo hacen las ramificaciones de estos fines.

Una base amplia de personas proactivas y comprometidas podrían abordar e intensificar estas ramificaciones, y actuar localmente a través de una conciencia con matices. El Loto Rojo ofreció los inicios de un movimiento de ese estilo, también Tenzin al reorganizar a los Maestros Aire. Pero Korra no.

Probablemente la temporada cuatro termine con alguna nota redentoria donde los guionistas nos refuercen su tesis sobre la importancia del Avatar en el mundo. O quizás no. Aunque en un nivel individual Korra es un ser humano decente que claramente no “merece” morir, si se acabara el ciclo del Avatar, si las influencias de Vaatu y Ravaa desaparecieran del día a día, creo que el mundo sería un lugar mucho mejor.

Cualquiera que sean los desafíos a los que se enfrente Korra esta temporada, cualquiera sean sus nuevos enemigos, creo que vale la pena preguntarse: ¿pudo el Loto Rojo, o un grupo cualquiera sin las habilidades incomparables del Avatar, haberle hecho frente a esos enemigos? ¿Cómo se hubieran encargado ellos de este tipo de problemas?
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