El mismo día, con unas horas de diferencia y en salas distintas, FICValdivia 2018 exhibió los cortometrajes de la cineasta chilena Jeannette Muñoz (Envíos [2005-2018] y Puchuncaví [2005-2018]) y la comedia/horror zombie One cut of the dead (2017), del japonés Shinichiro Ueda. No formaban parte de la misma sección, tenían duraciones disímiles, no compartían el formato de exhibición (una en 16 mm, la otra en digital) y probablemente no tuvieron el mismo público, sin embargo este visionado doble dialogó entre si precisamente gracias a sus diferencias, a sus formas de entender el quehacer cinematográfico, cada una ubicada en las antípodas de la otra.
Por una parte, en los Envíos de Jeannette Muñoz, serie de fragmentos de no más de cinco minutos de duración, la directora retrata momentos breves y trozos de espacios en los que se mueve, con el fin de enviarlos a sus amigos a modo de cartas fílmicas. A pesar de esta utilidad personal e íntima, estos cortos pueden ser vistos sin problemas como una obra autónoma por cualquier espectador. Puchuncaví, en tanto, nos muestra el paisaje costero chileno asediado por las industrias monstruosas y las personas que, de todas formas, lo habitan, lo disfrutan y se hacen parte de él.
Por otra, en One cut of the dead asistimos al rodaje de una cinta de zombies que de pronto se ve interrumpido por la aparición de zombies reales en el set, y de cómo su equipo (entre ellos un director obsesivo) debe lidiar con ello. Ahondar más allá en la trama de esta cinta podría arruinar su disfrute, pero basta con decir que su noción metacinematográfica, su cine sobre hacer cine, es el pilar fundamental en esta comedia. Así lo retrata el plano secuencia de 37 minutos que abre la película, el cual, como todo plano secuencia más o menos ambicioso, requirió un trabajo colectivo de relojería para que funcionara de manera efectiva.
Así, mientras los zombies de One cut of the dead nos recuerdan lo esencial del ensamblaje entre director, actores, camarógrafos, técnicos en efectos especiales y productores, el silencio contemplativo del trabajo de Jeannette Muñoz nos retrotrae a la soledad en la que sus imágenes fueron captadas: sólo la mujer y su cámara. En la cinta de Ueda la importancia del proceso creativo radica en el exterior, en los factores que “hacen” la película, en los elementos concretos que terminan armando esa abstracción escindida de la realidad que es la imagen en movimiento; como reverso perfecto, el trabajo de Muñoz parece partir desde el ímpetu poético de la realizadora, ímpetu que de manera inevitable termina desembocando en la materialidad del cine.
Por una parte, en los Envíos de Jeannette Muñoz, serie de fragmentos de no más de cinco minutos de duración, la directora retrata momentos breves y trozos de espacios en los que se mueve, con el fin de enviarlos a sus amigos a modo de cartas fílmicas. A pesar de esta utilidad personal e íntima, estos cortos pueden ser vistos sin problemas como una obra autónoma por cualquier espectador. Puchuncaví, en tanto, nos muestra el paisaje costero chileno asediado por las industrias monstruosas y las personas que, de todas formas, lo habitan, lo disfrutan y se hacen parte de él.
Por otra, en One cut of the dead asistimos al rodaje de una cinta de zombies que de pronto se ve interrumpido por la aparición de zombies reales en el set, y de cómo su equipo (entre ellos un director obsesivo) debe lidiar con ello. Ahondar más allá en la trama de esta cinta podría arruinar su disfrute, pero basta con decir que su noción metacinematográfica, su cine sobre hacer cine, es el pilar fundamental en esta comedia. Así lo retrata el plano secuencia de 37 minutos que abre la película, el cual, como todo plano secuencia más o menos ambicioso, requirió un trabajo colectivo de relojería para que funcionara de manera efectiva.
Así, mientras los zombies de One cut of the dead nos recuerdan lo esencial del ensamblaje entre director, actores, camarógrafos, técnicos en efectos especiales y productores, el silencio contemplativo del trabajo de Jeannette Muñoz nos retrotrae a la soledad en la que sus imágenes fueron captadas: sólo la mujer y su cámara. En la cinta de Ueda la importancia del proceso creativo radica en el exterior, en los factores que “hacen” la película, en los elementos concretos que terminan armando esa abstracción escindida de la realidad que es la imagen en movimiento; como reverso perfecto, el trabajo de Muñoz parece partir desde el ímpetu poético de la realizadora, ímpetu que de manera inevitable termina desembocando en la materialidad del cine.
De esta forma, el hombre revelando una lámina de papel fotosensible a las orillas del mar en uno de los Envíos, recordándonos la belleza alquímica de la fotografía, es tan significativa como los esfuerzos del director obsesivo en One cut of the dead por sacar lo mejor de sus actores frente a las cámaras. Asimismo, la búsqueda de la belleza en la maquinaria de Puchuncaví se topa con la necesidad de elevar una historia promedio, “otra película de zombies”, a una obra que tenga algo más que mera eficacia técnica. Objetivos similares con caminos diferentes.
Diagonalmente opuestas en muchos otros aspectos, las películas de Ueda y Muñoz coinciden en los cambios inevitables que el cine es capaz de capturar: la transformación de una playa debido a la contaminación, una araña tejiendo su tela, un grupo de actores transmutados en personajes, el recorrido por un edificio transformado en una película.
Diagonalmente opuestas en muchos otros aspectos, las películas de Ueda y Muñoz coinciden en los cambios inevitables que el cine es capaz de capturar: la transformación de una playa debido a la contaminación, una araña tejiendo su tela, un grupo de actores transmutados en personajes, el recorrido por un edificio transformado en una película.
Pero allí donde se encuentran es también donde se distancian. Pues si bien ambas comparten la preocupación por las posibilidades de la creación artística, el proyecto fílmico de Muñoz deja abierta la puerta a un desarrollo continuo en la cristalización que hace de realidad, una exploración que no acaba; mientras que Ueda opta por la satisfacción del redondeo, la película terminada y aprobada, el equipo de trabajo satisfecho con su desempeño.
A pesar de este matiz con el que concluyen ambas obras, One cut of the dead y los cortos de Jeannette Muñoz funcionan como una excelente invitación a reflexionar sobre el acto de producir imágenes, ya sea en solitario y con nada más que tu voz interna acompañándote, o apoyado por las múltiples manos y cabezas que aparecen durante las jornadas de rodaje.
A pesar de este matiz con el que concluyen ambas obras, One cut of the dead y los cortos de Jeannette Muñoz funcionan como una excelente invitación a reflexionar sobre el acto de producir imágenes, ya sea en solitario y con nada más que tu voz interna acompañándote, o apoyado por las múltiples manos y cabezas que aparecen durante las jornadas de rodaje.
Este texto fue originalmente publicado en El Agente Cine en octubre de 2018.